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Misterios de Madrid «El Padre Caníbal»

Cuando llegamos al cuarto día,
Gaddo se tendió a mis pies, diciendo: 
Padre mío, ¿por qué no me auxilias? 
Allí murió; y lo mismo que me estás viendo,
Vi yo caer los tres, uno a uno,
entre el quinto y el sexto día.
Ciego ya, fui a tientas buscando a cada cual,
Llamándolos durante tres días después de estar muertos;
Hasta que, al fin, pudo en mí más la inedia que el dolor.
Cuando hubo pronunciado estas palabras, torciendo los ojos,
Volvió a coger el miserable cráneo con los dientes,
Que royeron el hueso como los de un perro.

 

Muchos lectores habrán reconocido la solemne voz de Dante en este verso tomado del canto XXXIII de su gran obra Infierno. Creo que ninguna referencia literaria podría proporcionar una introducción más apropiada al tema de hoy que la del conde Ugolino, también conocido como el conde caníbal o el padre caníbal.

Encarcelado junto con sus hijos, el conde Ugolino estaba a punto de morir de inanición debido al ayuno impuesto por sus carceleros. Para salvar a su padre, como último acto de amor los niños le rogaron que comiera su carne, y así lo hizo Ugolino.

Otra referencia al mismo evento en la Divina Comedia nos dice que Ugolino murió antes de que pudiera cometer tal acto. Sin embargo, para el propósito de un blog sobre misterios e historias de terror, tal vez deberíamos pasar por alto esta versión más suave de los eventos.

También podríamos resaltar el mito en que el dios Saturno, conocido como Titán Cronos en la mitología griega, devora a sus hijos. En esta historia, Saturno teme que uno de sus hijos usurpe el trono y procura impedir que esto suceda. Los sangrientos resultados se pueden apreciar en una de las pinturas negras de Francisco Goya, Saturno devorando a su hijo.

A estas alturas, debe haberse dado cuenta de que la redacción de hoy se trata de un tema parecido, que también se relaciona con la historia de la semana pasada, La Casa de los Gatos. Así es … el canibalismo.

En la antigüedad, antes de que se estableciera la Inquisición española en el siglo XV, cristianos, árabes y judíos vivían juntos en la ciudad de Madrid. La ciudad fue defendida por dos murallas, una cristiana y otra musulmana. Esta última tenía una puerta, llamada la Puerta de Moros, ubicada en el corazón del distrito musulmán, junto a la iglesia de San Andrés. La carretera que conducía a la cercana ciudad de Toledo pasaba por esta puerta en las murallas de la ciudad. En aquel entonces, la zona estaba llena de callejones oscuros y peligrosos, donde era fácil perder las pertenencias, si no la vida, a manos de ladrones armados.

Los vientos azotaron las murallas de la ciudad y, a menudo, cerca de la Puerta de Moros se oyeron gritos y llantos sobrenaturales. Los cristianos comenzaron a creer que eran los lamentos de las almas de aquellos que habían muerto mientras profesaban otra fe, y que ahora lloraban suplicando un bautismo cristiano.

Por lo tanto, una noche, algunos cristianos se acercaron furtivamente a la puerta y colgaron una enorme cruz con la esperanza de liberar a esas almas atormentadas. Imagina su miedo cuando los gritos, en vez de desaparecer, redoblaron y se convirtieron en chillidos desgarradores. Al ver unas sombras acercándose, los hombres aterrorizados huyeron sin mirar atrás.

Tres sombras, del tamaño de un niño, susurraron un nombre ininteligible.

Desde aquel día en adelante, las apariciones fantasmales se hicieron ver cada noche. Los vecinos, tanto aterrorizados como intrigados, comenzaron a investigar el significado de aquel nombre susurrado, con la esperanza de arrojar algo de luz sobre el tema. Pronto comprendieron que las sombras pronunciaban el nombre de un hombre que vivía cerca de la Puerta de Moros, y no dudaron en buscarlo y exigirle una explicación.

Cuando se enteró de las tres almas atormentadas que no podían descansar en paz, el hombre se sintió atormentado por la culpa. Enfrentado por los vecinos enojados, se derrumbó y confesó todo.

Si ha estado siguiendo la historia con atención, es posible que ya haya adivinado a quién pertenecían esas pobres almas. Si no, prepárese para una sorpresa desagradable.

Siendo un padre caníbal viudo de origen humilde, el pobre hombre apenas tenía dinero para alimentarse y estaba al borde de la inanición. Con cinco niños pequeños para alimentar se convirtió en una tarea imposible.

Como una versión macabra del cuento de hadas Hansel y Gretel, decidió acabar con algunas de estas pequeñas bocas hambrientas. Pero no los envió al bosque ni tampoco regresaron con un cofre de oro encontrado en una casa de mazapán. No … tres de sus cinco hijos fueron devorados.

Cuando se descubrió su terrible crimen, el hombre fue arrestado y sentenciado a 200 latigazos. Pero su cuerpo no resistió y se fue de este mundo antes de que se cumpliera el castigo.

Unos días después, cesaron los gritos aterradores alrededor de la Puerta de Moros. Parece que esas almas atormentadas finalmente podrían descansar en paz … o tal vez finalmente se podrían vengar de su asesino.

Si tuviéramos que encontrar una moraleja para la historia, ¿qué sería? ¿No coman a sus hijos? ¿Eviten la carne cruda? ¿Vuélvanse vegetariano? Tal vez los tres, pero afortunadamente nuestras historias no necesitan moral, ya que solo sirven como un espejo a través del cual podemos descubrir los misterios de esta hermosa ciudad: Madrid.

Esta es la historia de el padre caníbal.

 

Traducido del artículo original de Renato Capoccia

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